Curso rápido para tomar un papel en la historia
Sobre la #unioncivil
No es inusual emocionarse con historias como la de Ruby Bridges, que con sólo seis años inició un cambio trascendental en Estados Unidos al ser la primera niña negra en asistir a un colegio público "de gente blanca", para lo cual el presidente tuvo que enviar como escolta a cuatro marshalls que la protegieran de los insultos y la violencia de los sureños blancos que se sentían amenazados y violados en su "derecho de segregar" a gente con diferente color de piel.
O la historia de Rosa Parks, quien se se sentó en el área "para blancos" de un bus público, lo que le costó ser encarcelada, iniciando un proceso judicial que terminó en una gran victoria de los derechos civiles en contra de las leyes racistas que los estadounidenses blancos apoyaban de forma mayoritaria.
Son historias que, vistas en retrospectiva, parecen inevitables y hasta extrañas. ¿No podía una niña asistir a cualquier escuela pública? ¿No podía una persona sentarse donde mejor le pareciera en un bus? ¿Las mujeres tenían prohibido votar? ¿Tampoco podían matricularse en una universidad? Puestos a imaginar qué rol hubiéramos jugado de haber vivido en esos tiempos, no tengo duda de que todos estamos seguros de que habríamos hecho lo que hoy nos parece evidentemente correcto: Le habríamos cedido el asiento a Rosa Parks. Habríamos caminado, junto a Mahatma Gandhi, en la Marcha de la Sal. Habríamos protegido a Ruby Bridges de la turba enfurecida.
Y es que las causas justas compelen, sacan lo mejor de nosotros. Y hoy, medio siglo después, los peruanos tenemos la oportunidad inusual de participar -de verdad, no como un ejercicio de imaginación- en una causa similar, que puede establecer un antes y un después en la historia de nuestro Derecho Civil, en la calidad de vida que nos procuramos y permitimos como sociedad.
Sin embargo, al igual que en la historia de Ruby Bridges, una turba cada vez más histérica y violenta no se cansa de atacar el proyecto de #unioncivil presentado por Carlos Bruce. La calidad de sus "argumentos" es deleznable. No importa la gimnasia verbal y conceptual con que los lanzan, bien rápido queda claro que lo único que defienden es su propia homofobia, pura y dura.
Y la homofobia no es un argumento contra la #unioncivil, como la hidrofobia tampoco es argumento para prohibir la construcción de piscinas ni el racismo argumento para negarle a alguien su derecho a circular libremente o decir lo que piensa. A las fobias hay que tratarlas médicamente; no es posible ni conveniente convertirlas en una fuente de derecho, como hizo, por ejemplo, el nazismo, con los trágicos resultados que todos conocemos.
Mientras duró (de 1948 a 1992), el Apartheid sudafricano fue defendido por quienes lo imponían en base a "argumentos legales" que hasta hacían referencia a la "búsqueda del desarrollo del país", a "estudios científicos", a "tradiciones históricas" entre otras cosas. Pero lo cierto, hoy nos resulta evidente, es que fue un crimen de lesa humanidad, basado en un simple prejuicio racista: Fobia a quien tiene el color de piel distinto.
En el caso del proyecto de #unioncivil en el Perú, no me parece que sea un problema de creencias religiosas. Si los peruanos fuéramos tan "religiosos" como el actual coro homofóbico sugiere, habría mucha más gente yendo a misa los domingos y muchos más seminaristas en los internados; mientras que los anticonceptivos se llenarían de polvo en los estantes de las farmacias y los miles de hostales "por hora" que llenan las calles no serían un negocio tan popular y rentable. Creo que esta vez los homofóbicos usan como pretexto la religión para tratar de lavarse la cara. Y la religión no sólo se los permite, sino que los alienta, en una -esta sí perversa- "asociación civil", en la que Cipriani funge de padre y Tubino de madre. O algo así.
Mi hipótesis es que ese 76% de peruanos que según las encuestas se opone al matrimonio igualitario (que, ojo, no es lo mismo que la tímida #unioncivil que propone Bruce) no lo hacen en tanto religiosos, sino en tanto homófobos, una condición que nadie que la padezca está dispuesto a reconocer públicamente y para quienes "el reparo" religioso funciona como coartada perfecta para sentirse legitimizados en su prejuicio, como los sureños estadounidenses racistas se sentían del lado de dios cuando sus pastores predicaban desde los púlpitos: "Si Dios, en su infinita sabiduría, separó las razas… Por algo será".
Por supuesto, las iglesias, como la católica u otras denominaciones, pueden predicar todo lo que gusten sobre ese o cualquier otro tema y de hecho le pueden prohibir a todos sus miembros, bajo pena de excomunión o condenación eterna, que participen de cualquier forma de aceptación u apoyo a las uniones civiles. Es su prerrogativa, como es prerrogativa de sus seguidores aceptarlo o no. Lo que no pueden hacer es adueñarse de facto del concepto de familia y de matrimonio civil. Como lo demuestra la posibilidad del divorcio, el tiempo en que eran "lo mismo", terminó hace mucho.
El proyecto de #unioncivil no tiene nada que ver con el sacramento del matrimonio, que es invento de las religiones, ni con la celebración de las bodas en las iglesias. En consecuencia, no veo por qué afirman sentirse "amenazados".
No han faltado los congresistas homofóbicos que han apelado al argumento de que la mayoría de la población es heterosexual para tratar de justificar su prejuicio, pero lo cierto es que la heterosexualidad no tiene representación en el Congreso. Es decir, los congresistas no están ahí en tanto heterosexuales, ni en tanto el color de su piel, sino en tanto que representan una posición política que ha obtenido respaldo en las urnas.
Asumir que la heterosexualidad es "un mandato" que hay que "defender" es tan hilarante como sostener que cuando Ramón Castilla abolió la esclativud en realidad ofendió la dignidad de la "gente blanca", más todavía si entendemos que en este proyecto nadie ataca a nadie. Muy por el contrario, es un proyecto que nos ayuda a liberarnos, a todos por igual, de los prejuicios contra los homosexuales, algo que beneficia sobre todo a quienes padecen de homofobia.
Escuché a unos seudoliberales homofóbicos opinar que, por principio, ellos se oponen a toda ley nueva, porque toda ley es en el fondo una intromisión del Estado en la vida privada de sus habitantes, un recorte de libertades. Y que el proyecto de la #unioncivil era redundante con otras leyes que ya existen, por lo cual resultaba innecesario. La simple lectura del proyecto de #unioncivil basta para desbaratar la mitad de esa idea: Lo que busca proteger está, actualmente, desamparado y hay muchos casos concretos, demasiados, que lo demuestran.
La otra mitad de esa objeción cae de forma todavía más fácil. El proyecto de ley de la #unioncivil no es restrictivo. Por el contrario, y es algo totalmente evidente, amplía nuestro rango de libertad, nuestras opciones, nuestras posibilidades. Por eso es que los liberales en serio lo apoyan.
Si los homófobos seudoliberales buscan una ley restrictiva que revisen el código actual, que limita el concepto de matrimonio civil a parejas heterosexuales. Si los legisladores de antaño hubieran definido el matrimonio no entre "un hombre y una mujer" sino entre dos "personas", habrían hecho innecesario el proyecto de ley de la #unioncivil, que alivia -aunque sea parcialmente- ese error. Pero, como nos consta, nuestros legisladores no se caracterizan por ser sabios.
La mayoría de ellos, intuyo, está oleteando las encuestas para decidir su posición frente al proyecto y así votar no en función de la igualdad de derechos, sino en función de ganarse alguito de popularidad, en la esperanza de ser reelegidos. Si es así, el supuesto 76% "en contra" de la #unioncivil no es alentador. Pero eso es lo habitual en la historia de la lucha por la igualdad de derechos. Las libertades civiles hay que ganarlas, pacíficamente, con argumentos. Sus enemigos, como Cipriani, son expertos en formar turbas para amenazar y levantar la voz, pero mientras más lo hacen, más queda en evidencia que están del lado equivocado de la historia. Una historia en la que los peruanos hoy podemos tener un papel importante y que nos obliga, moralmente, a decidir si nuestra posición está entre quienes queremos una sociedad mejor o entre la turba que insultaba a Ruby Bridges.
Pablo Vásquez Flores
Escrito por
Guionista / Periodista